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Estructura de la Eucaristía

Extractos de la Ordenación general del Misal Romano

En la Misa o Cena del Señor el pueblo de Dios es reunido, bajo la presidencia del sacerdote que hace las veces de Cristo, para celebrar el memorial del Señor o sacrificio eucarístico. De ahí que sea eminentemente válida, cuando se habla de la asamblea local de la santa Iglesia, aquella promesa de Cristo: «Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos» (Mt 18, 20).

Pues en la celebración de la Misa, en la cual se perpetúa el sacrificio de la cruz, Cristo está realmente presente en la misma asamblea congregada en su nombre, en la persona del ministro, en su palabra y ciertamente de una manera sustancial y permanente en las especies eucarísticas.

La Misa podemos decir que consta de dos partes: la Liturgia de la palabra y la Liturgia eucarística, tan estrechamente unidas entre sí, que constituyen un solo acto de culto, ya que en la Misa se dispone la mesa, tanto de la palabra de Dios como del Cuerpo de Cristo, en la que los fieles encuentran formación y refección. Otros ritos pertenecen a la apertura y conclusión de la celebración.

Ultima Cena. Da Vinci

La Última Cena. Da Vinci.

A) Ritos iniciales

 

Centro de Pastoral litúrgica – Ritos iniciales

Todo lo que precede a la Liturgia de la palabra, es decir, la entrada, el saludo, el acto penitencial, el Señor, ten piedad, el Gloria y la oración colecta, tienen el carácter de exordio, introducción y preparación.

La finalidad de estos ritos es hacer que los fieles reunidos constituyan una comunidad y se dispongan a oír como conviene la palabra de Dios y a celebrar dignamente la Eucaristía.

Entrada

Reunido el pueblo, mientras entra el sacerdote con sus ministros, se da comienzo al canto de entrada. El fin de este canto es abrir la celebración, fomentar la unión de quienes se han reunido y elevar sus pensamientos a la contemplación del misterio litúrgico o de la fiesta, introduciendo y acompañando la procesión de sacerdotes y ministros.

El sacerdote y los ministros, cuando llegan al presbiterio, saludan al altar; en señal de veneración, el sacerdote y el diácono lo besan. El sacerdote, según los casos, podrá también incensario.

Terminado el canto de entrada, el sacerdote y toda la asamblea hacen la señal de la cruz. A continuación el sacerdote, por medio del saludo, manifiesta a la asamblea reunida la presencia del Señor. Con este saludo y con la respuesta del pueblo queda de manifiesto el misterio de la Iglesia congregada.

Acto penitencial

Terminado el saludo, el sacerdote u otro ministro idóneo puede hacer a los fieles una brevísima introducción sobre la Misa del día. Después el sacerdote invita al acto penitencial, que se realiza cuando toda la comunidad hace su confesión general y se termina con la conclusión del sacerdote.

Señor, ten piedad

Después del acto penitencial, se empieza el Señor, ten piedad, a no ser que este haya formado ya parte del mismo acto penitencial. Siendo un canto con el que los fieles aclaman al Señor y piden su misericordia, regularmente habrán de hacerlo todos.

Cada una de estas aclamaciones se repite, normalmente, dos veces. Si no se canta el Señor, ten piedad, al menos se recita.


Gloria

El Gloria es un antiquísimo y venerable himno con que la Iglesia, congregada en el Espíritu Santo, glorifica a Dios Padre y al Cordero y le presenta sus súplicas. Lo canta o la asamblea de los fieles, o el pueblo alternando con los cantores, o los cantores solos. Si no se canta, al menos lo han de recitar todos, o juntos o alternativamente.

Se canta o se recita los domingos, fuera de los tiempos de Adviento y de Cuaresma, en las solemnidades y en las fiestas y en algunas peculiares celebraciones más solemnes.

Oración colecta

A continuación, el sacerdote invita al pueblo a orar; y todos, a una con el sacerdote, permanecen un rato en silencio para hacerse conscientes de estar en la presencia de Dios y formular interiormente sus súplicas. Entonces el sacerdote lee la oración que se suele denominar «colecta». Con ella se expresa generalmente la índole de la celebración, y con las palabras del sacerdote se dirige la súplica a Dios Padre por Cristo en el Espíritu Santo.

El pueblo, para unirse a esta súplica y dar su asentimiento, hace suya la oración pronunciando la aclamación: Amén.

B) Liturgia de la palabra

 

Centro de Pastoral Litúrgica – Liturgia de la Palabra

Las lecturas tomadas de la Sagrada Escritura, con los cantos que se intercalan, constituyen la parte principal de la Liturgia de la palabra; la homilía, la profesión de fe y la oración universal u oración de los fieles, la desarrollan y concluyen.

En las lecturas, que luego desarrolla la homilía, Dios habla a su pueblo, le descubre el misterio de la redención y salvación, y le ofrece alimento espiritual; y el mismo Cristo, por su palabra, se hace presente en medio de los fieles.

Esta palabra divina la hace suya el pueblo con los cantos, y muestra su adhesión a ella con la profesión de fe; y una vez nutrido con ella, en la oración universal hace súplicas por las necesidades de la Iglesia entera y por la salvación de todo el mundo.

 El Papa Francisco con la Palabra

El Papa Francisco con la Palabra.

Cantos interleccionales

Después de la primera lectura, sigue un salmo responsorial, que es parte integrante de la Liturgia de la palabra. El salmo se toma habitualmente del Leccionario, ya que cada uno de estos textos está directamente relacionado con cada una de las lecturas.

El salmista o cantor del salmo, desde el ambón o desde otro sitio oportuno, proclama las estrofas del salmo, mientras toda la asamblea escucha sentada y además participa con su respuesta, a no ser que el salmo se pronuncie todo él seguido, es decir, sin intervención de respuestas.

A la segunda lectura sigue el Aleluya u otro canto, según las exigencias del tiempo litúrgico:

a) El Aleluya se canta en todos los tiempos litúrgicos, fuera de la Cuaresma. Lo comienza o todo el pueblo o los cantores o un solo cantor, y, si el caso lo pide, se repite. Los versículos se toman del Leccionario o del Gradual.

b) El otro canto consiste en un versículo antes del Evangelio o en otro salmo o tracto, como aparecen en el Leccionario o en el Gradual.

La homilía es parte de la liturgia, y muy recomendada, pues es necesaria para alimentar la vida cristiana. Conviene que sea una explicación o de algún aspecto particular de las lecturas de la Sagrada Escritura, o de otro texto del Ordinario, o del Propio de la Misa del día, teniendo siempre presente el misterio que se celebra y las particulares necesidades de los oyentes.

La homilía la hará ordinariamente el mismo sacerdote celebrante.

Profesión de fe

El Símbolo o profesión de fe, dentro de la Misa, tiende a que el pueblo dé su asentimiento y su respuesta a la palabra de Dios oída en las lecturas y en la homilía, y traiga a su memoria, antes de empezar la celebración eucarística, la norma de su fe.

El Símbolo lo ha de decir el sacerdote con el pueblo los domingos y solemnidades; puede también decirse en peculiares celebraciones más solemnes.

Oración universal

En la oración universal u oración de los fieles, el pueblo, ejercitando su oficio sacerdotal, ruega por todos los hombres. Conviene que esta oración se haga normalmente en las Misas a las que asiste el pueblo, de modo que se eleven súplicas por la santa Iglesia, por los gobernantes, por los que sufren alguna necesidad y por todos los hombres y la salvación de todo el mundo.

Las series de intenciones, normalmente, serán las siguientes:

a) Por las necesidades de la Iglesia.
b) Por los que gobiernan el Estado y por la salvación del mundo.
c) Por los que sufren cualquier dificultad.
d) Por la comunidad local.

Sin embargo, en alguna celebración particular, como en la Confirmación, Matrimonio o Exequias, el orden de las intenciones puede amoldarse mejor a la ocasión.

Toca al sacerdote celebrante dirigir esta oración, invitar a los fieles a orar, con una breve monición, y terminarla con la oración conclusiva. Conviene que sea un diácono, un cantor u otro el que lea las intenciones. La asamblea entera expresa su súplica o con una invocación común, que se pronuncia después de cada intención, o con la oración en silencio.

C) Liturgia eucarística

En la última Cena, Cristo instituyó el sacrificio y convite pascual, por medio del cual el sacrificio de la cruz se hace continuamente presente en la Iglesia cuando el sacerdote, que representa a Cristo Señor, realiza lo que el mismo Señor hizo y encargó a sus discípulos que hicieran en memoria de él.

Cristo, en efecto, tomó en sus manos el pan y el cáliz, dio gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos diciendo: «Tomad, comed, bebed; esto es mi Cuerpo; este es el cáliz de mi Sangre. Haced esto en conmemoración mía.» De ahí que la Iglesia haya ordenado toda la celebración de la Liturgia eucarística según estas mismas partes que responden a las palabras y gestos de Cristo. En efecto:

1) En la preparación de las ofrendas se llevan al altar el pan y el vino con el agua; es decir, los mismos elementos que Cristo tomó en sus manos.

2) En la Plegaria eucarística se dan gracias a Dios por toda la obra de la salvación y las ofrendas se convierten en el Cuerpo y Sangre de Cristo.

3) Por la fracción de un solo pan se manifiesta la unidad de los fieles, y por la comunión los mismos fieles reciben el Cuerpo y Sangre del Señor, del mismo modo que los Apóstoles lo recibieron de manos del mismo Cristo.

 El Papa Francisco en la Eucaristía

El Papa Francisco en la Eucaristía.

Preparación de los dones

Al comienzo de la Liturgia eucarística se llevan al altar los dones que se convertirán en el Cuerpo y Sangre de Cristo.

En primer lugar se prepara el altar o mesa del Señor, que es el centro de toda la Liturgia eucarística, y entonces se colocan sobre él el corporal, el purificador, el misal y el cáliz, que puede también prepararse en la credencia.

Se traen a continuación las ofrendas: es de alabar que el pan y el vino lo presenten los mismos fieles. El sacerdote o el diácono los recibirá en un sitio oportuno y los dispondrá sobre el altar, mientras pronuncia las fórmulas establecidas.

También se puede aportar dinero u otras donaciones para los pobres o para la iglesia, que los fieles mismos pueden presentar o que pueden ser recolectados en la nave de la iglesia, y que se colocarán en el sitio oportuno, fuera de la mesa eucarística.

Acompaña a esta procesión en que se llevan las ofrendas el canto del ofertorio, que se alarga por lo menos hasta que los dones han sido depositados sobre el altar.

Las ofrendas colocadas en el altar y el altar mismo pueden ser incensados, para significar de este modo que la oblación de la Iglesia y su oración suben ante el trono de Dios como el incienso. También el sacerdote y el pueblo pueden ser incensados por el diácono o por otro ministro, después de la incensación de los dones y del altar.

A continuación, el sacerdote se lava las manos. Con este rito se expresa el deseo de purificación interior.

Terminada la colocación de las ofrendas y los ritos que la acompañan, se concluye la preparación de los dones con una invitación a orar juntamente con el sacerdote, y con la oración sobre las ofrendas, y así todo queda preparado para la Plegaria eucarística.

Plegaria eucarística

Ahora es cuando empieza el centro y culmen de toda la celebración, a saber, la Plegaria eucarística, que es una plegaria de acción de gracias y de consagración.

El sacerdote invita al pueblo a elevar el corazón hacia Dios, en oración y acción de gracias, y se le asocia en la oración que él dirige en nombre de toda la comunidad, por Jesucristo, a Dios Padre. El sentido de esta oración es que toda la congregación de los fieles se una con Cristo en el reconocimiento de las grandezas de Dios y en la ofrenda del sacrificio.

Los principales elementos de que consta la Plegaria eucarística pueden distinguirse de esta manera:

a) Acción de gracias (que se expresa sobre todo en el prefacio): en la que el sacerdote, en nombre de todo el pueblo santo, glorifica a Dios Padre y le da las gracias por toda la obra de salvación o por alguno de sus aspectos particulares, según las variantes del día, fiesta o tiempo litúrgico.

b) Aclamación: con ella toda la asamblea, uniéndose a las jerarquías celestiales, canta o recita el Santo. Esta aclamación, que constituye una parte de la Plegaria eucarística, la pronuncia todo el pueblo con el sacerdote.

c) Epíclesis: con ella la Iglesia, por medio de determinadas invocaciones, implora el poder divino para que los dones que han presentado los hombres queden consagrados, es decir, se conviertan en el Cuerpo y Sangre de Cristo, y para que la víctima inmaculada que se va a recibir en la comunión sea para salvación de quienes la reciban.

d) Narración de la institución y consagración: en ella, con las palabras y gestos de Cristo, se realiza el sacrificio que el mismo Cristo instituyó en la última Cena, cuando bajo las especies de pan y vino ofreció su Cuerpo y su Sangre y se lo dio a los Apóstoles en forma de comida y bebida, y les encargó perpetuar ese mismo misterio.

e) Anámnesis: con ella la Iglesia, al cumplir este encargo que, a través de los Apóstoles, recibió de Cristo Señor, realiza el memorial del mismo Cristo, recordando principalmente su bienaventurada pasión, su gloriosa resurrección y la ascensión al cielo.

f) Oblación: por ella la Iglesia, en este memorial, sobre todo la Iglesia aquí y ahora reunida, ofrece al Padre en el Espíritu Santo la víctima inmaculada. La Iglesia pretende que los fieles no solo ofrezcan la víctima inmaculada, sino que aprendan a ofrecerse a sí mismos, y que de día en día perfeccionen, con la mediación de Cristo, la unidad con Dios y entre sí, para que, finalmente, Dios lo sea todo para todos.

g) Intercesiones: con ellas se da a entender que la Eucaristía se celebra en comunión con toda la Iglesia, celeste y terrena, y que la oblación se hace por ella y por todos sus miembros, vivos y difuntos, miembros que han sido todos llamados a participar de la salvación y redención adquiridas por el Cuerpo y Sangre de Cristo.

h) Doxología final: en ella se expresa la glorificación de Dios, y se concluye y confirma con la aclamación del pueblo.

La Plegaria eucarística exige que todos la escuchen con reverencia y en silencio, y que tomen parte en ella por medio de las aclamaciones previstas en el mismo rito.

Rito de la comunión

Ya que la celebración eucarística es un convite pascual, conviene que, según el encargo del Señor, su Cuerpo y su Sangre sean recibidos por los fieles, debidamente dispuestos, como alimento espiritual. A esto tienden la fracción y los demás ritos preparatorios, con los que se va llevando a los fieles hasta el momento de la comunión:

a) La oración dominical: en ella se pide el pan de cada día, con lo que también se alude, para los cristianos, al pan eucarístico, y se implora la purificación de los pecados, de modo que, en realidad, «las cosas santas se den a los santos». El sacerdote invita a orar, y los fieles dicen, todos a una con el sacerdote, la oración.

 Parenostre

Convento del Padrenuestro en Jerusalén.

b) Sigue, a continuación, el rito de la paz, con el que los fieles imploran la paz y la unidad para la Iglesia y para toda la familia humana, y se expresan mutuamente la caridad, antes de participar de un mismo pan.

c) El gesto de la fracción del pan, realizado por Cristo en la última Cena, en los tiempos apostólicos fue el que sirvió para denominar a la íntegra acción eucarística. Este rito no solo tiene una finalidad práctica, sino que significa además que nosotros, que somos muchos, en la comunión de un solo pan de vida, que es Cristo, nos hacemos un solo cuerpo.

d) Inmixtión o mezcla: el celebrante deja caer una parte del pan consagrado en el cáliz.

e) Mientras se hace la fracción del pan y la inmixtión, los cantores o un cantor cantan el Cordero de Dios, como de costumbre, con la respuesta del pueblo; o lo dicen al menos en voz alta.

f) Preparación privada del sacerdote: el sacerdote se prepara con una oración en secreto para recibir con fruto el Cuerpo y Sangre de Cristo; los fieles hacen lo mismo, orando en silencio.

g) Luego el sacerdote muestra a los fieles el pan eucarístico que recibirán en la comunión, y los invita al banquete de Cristo; y, juntamente con los fieles, formula, usando palabras evangélicas, un acto de humildad.

h) Es muy de desear que los fieles participen del Cuerpo del Señor con pan consagrado en esa misma Misa y, en los casos previstos, participen del cáliz, de modo que aparezca mejor, por los signos exteriores, que la comunión es una participación en el sacrificio que entonces mismo se celebra.

i) Mientras sacerdote y fieles reciben el Sacramento, tiene lugar el canto de comunión, canto que debe expresar, por la unión de voces, la unión espiritual de quienes comulgan, demostrar, al mismo tiempo, la alegría del corazón y hacer más fraternal la procesión de los que van avanzando para recibir el Cuerpo de Cristo. El canto se comienza cuando comulga el sacerdote, y se prolonga mientras comulgan los fieles hasta el momento que parezca oportuno.

Si no hay canto, la antífona propuesta por el Misal es rezada por los fieles, o por algunos de ellos, o por un lector, o, en último término, la recitará el mismo sacerdote, después de haber comulgado y antes de distribuir la comunión a los fieles.

j) Cuando se ha terminado de distribuir la comunión, el sacerdote y los fieles, si se juzga oportuno, pueden orar un rato recogidos. Si se prefiere, puede también cantar toda la asamblea un himno, un salmo o algún otro canto de alabanza.

k) En la oración después de la comunión, el sacerdote ruega para que se obtengan los frutos del misterio celebrado. El pueblo hace suya esta oración con la aclamación: Amén.

D) Rito de conclusión

El rito de conclusión consta de:

a) Saludo y bendición sacerdotal, que en algunos días y ocasiones se enriquece y se amplía con la oración «sobre el pueblo» o con otra fórmula más solemne.

b) Despedida, con la que se disuelve la asamblea.

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